Llegamos a Bilbao y vamos a visitar a nuestros preciosos amigos Jorge y Ale, recién llegados de las Américas después de más de diez años. Paseamos por el centro de Bilbao y charlamos sin parar hasta que llega la hora de coger el metro hasta Santurce para cenar unas ricas sardinas con txakolí en el famoso Mandanga. No puedo evitar recordar algunos momentos de la infancia con el abuelo, siempre me pasa cuando vengo a Bilbao pero este olor a sardina a la brasa, mar y puerto lo potenció. El caso es que lo gozamos en un día más que estupendo.
Desde Santurce a Bilbao
vengo por toda la orilla,
con la falda remangada
luciendo la pantorrilla,
vengo deprisa y corriendo
porqué me oprime el corsé,
voy gritando por las calles:
¡Quién compra!
sardinas frescué.
Mis sardinitas
que ricas son
son de Santurce
las traigo yo.
La del primero me llama
la del segundo también,
la del tercero me dice:
¿a cuanto las vende usted?
Si yo le digo que a cuatro,
ella me dice que a tres,
cojo la cesta y me marcho,
¡Quién compra!
sardinas frescué.
Mis sardinitas
que ricas son
son de Santurce
las traigo yo.
Al día siguiente visitamos Plentzia, un pueblo con una ría y una playa preciosa en la que pasamos un buen día bañándonos y jugando a la petanca...
A la noche nos acercamos a Portugalete que son fiestas y hay concierto de los Chikos del Maiz. Allí nos recibe el Kapi con su cuadrilla y nos echamos buenas birras. El escenario está bajo el Puente Colgante declarado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco como una de las más
destacadas obras de arquitectura del hierro de la Revolución industrial. Los Chikos del Maiz estuvieron bien y su concierto sonaba a despedida después de la persecución política y judicial que han seguido.
Un saludico y hasta la vista alpinistas...
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